jueves, 28 de octubre de 2010

Adultez, 18 cumpleaños… y sus consecuencias

Aquel grupo de amigos se convirtió, de forma inmediata, en el mío. Y no me importó. Jose era mucho más que cuidadoso y… definitivamente, era de todo menos precipitado. Y lo conseguí… quedada en el campo de una de sus amigas, haríamos noche allí, serían 48 horas de partida de rol. Aquel día, me regaló mi primer D20, aquella noche… le puse a prueba. Mis sospechas, debidas a sus rehuidas en lo que al contacto físico refiere, iban afianzándose más y más. Sus besos, huidizos, cortos y castos; su incapacidad para ir más allá de la caricia de cuello para abajo; su distracción a propósito… me lo estaban gritando. Y llegó la noche. Y dormimos en los escasos centímetros cuadrados del sofá del comedor. Su inquietud no era un secreto. Besos… caricias, sin cortes: erección. Se retiró enseguida, como si aquello le preocupara. Y fingió dolor de cabeza, cigarro tras cigarro… se me llenaron de humo la cabeza, el pecho y las ganas. Aquella noche no pasó nada, ni ninguna de las veces que estuvimos a solas, allí o en su casa. Los rumores corrían… y me llegaban, muchos me aconsejaban que lo dejara. Jamás me importó que me lo escondiera, ya que todas sus limitaciones se debían únicamente a la sobreprotección que me tenía. Que fuera portador del VIH, al parecer, pudo con nuestra edad, inmadurez y supuesta afinidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario