domingo, 31 de octubre de 2010

Adultez, la segunda casualidad.

Era diciembre, el Diciembre de mi primer año en el bachiller artístico, con mi no más que estrenada amistad con Virginia. Un acto bastante importante en Alicante, la celebración del puente por el 6 de Diciembre, con su desfile de Moros y Cristianos por las calles céntricas e históricas de la ciudad. Lejos de colaborar con el traje de mi comparsa, aquel año lo hice para la capitanía Mora, a la cual pertenecía una amiga de mi madre, ya que necesitaban gente para vestirse de “negras”. Y ahí que fuimos Virginia y yo, más a gusto que un arbusto… dispuestas a pasar un día y noche inolvidable. Entonces, nos encontramos con ellos… un par de tíos míos y componentes de la comparsa… quienes participarían en la capitanía Cristiana, nos saludaron y presentaron. Fue entonces cuando Virginia me preguntó si conocía a uno de ellos, de quien me sonaba la cara pero no supe situar, asegurándome que era guapísimo… y entonces caí en la cuenta. Pero caí en la cuenta… y en la vergüenza de ir con la cara llena de pintura negra y ser totalmente irreconocible, y ni mucho menos estéticamente guapa. Era él, otra vez, algo cambiado… pero me di cuenta enseguida. Ella paveó un poco, sin ir nunca más allá de una broma entre amigas. Yo, para variar, continuaba sin prestarle atención. Desfilamos, cenamos (o por lo menos el ayuntamiento se empeñó en que aquello que nos sirvieron podía llamarse cena) y pasamos un rato agradable de nuevo con los componentes más jóvenes de mi comparsa. Y no recuerdo como pasó, no me di cuenta de si estaba ahí desde hacía más o menos tiempo pero… al colocarnos para hacer una foto grupal y gire mi cabeza para ver quien estaba tomándome de la cintura, era él. –Encantado-dijo con la sonrisa que posteriormente me traería tantos quebraderos de cabeza- soy Rafa, y tu?-

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