jueves, 21 de octubre de 2010

Adolescencia, la gloriosa época de “El Nirvana” III

Seis días más tarde, glorioso viernes post lectivo, ahí estábamos nosotras tres, arreglándonos como la tradición dictaba mientras hacíamos nuestra porra personal. Virginia pensaba que pasara lo que pasara sería cruel para alguno de los tres; si me liaba con el eslovaco seria cruel para el tercero en discordia, si lo hacía con el españolito… el eslovaco saldría mal parado, y si no lo hacía con ninguno sería yo la que se quedaría mal. Laura aseguraba que tenía que apostar fuerte, es decir, si no había química con Dani ¿para qué molestarse? Por otra parte los besos del eslovaco eran irresistibles. Y yo lo tenía claro. Mi don de palabra acabaría por convencer al eslovaco, Dani era una gran persona… pero no quería sellar mi pacto matrimonial, quería disfrutar de la juventud, inocente juventud todo sea dicho, un par de horas a la semana.

Llegamos, saludamos en la barra, al lado izquierdo… Daniel, al derecho el eslovaco. Dani pidió la coca-cola a la que me invitaba cada viernes, el eslovaco apuró su cerveza y tardó menos de un nanosegundo en encender su cigarro. Nosotras? Pasamos al fondo, y comenzamos una partida en los dardos, a la que se apuntaron varios de los presentes. Yo y mi penosa puntería nos negamos a participar, pero lo de hacer de público se me daba de puta madre. Tensión. Tensión física. Pensé en que podría hacer o como podría actuar, pero no me hizo falta. Uno de los amigos de mi eslovaco me dijo que saliera un momento fuera. Antes de poner un pie en la calle ya me tomó del brazo, para agarrarme fuertemente de la cintura, guiarme lentamente, paso a paso hasta llegar a un portal. Sonrió acercó su nariz a la mía y dijo “¿Por qué él y no yo?” aguanté la respiración, y antes de que me diera tiempo a contestarle, me hizo ganar la apuesta.

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