lunes, 18 de octubre de 2010

Adolescencia, la gloriosa época de “El Nirvana” I

El primero fue un rubio en condiciones, extrovertido, ojos verdes… o marrones, no me acuerdo; alto… delgado y con una forma de besar que me dejó temblando. Recuerdo lo fría que estaba siempre su chaqueta de cuero negra, y que nunca se la quietaba… aunque en pleno invierno dentro de “El Nirvana” todos estuviésemos en manga corta. Lo conocí gracias a una equivocación, me confundió con Virginia, a la cual conocía, y quiso hacerme cosquillas en la barriga teniéndome de espaldas… al darme la vuelta me encontré con esos ojazos (que sí, que no recuerdo de qué color eran pero sí que eran bonitos) dijo un “lo Siento” sonrojado… y atenta al gesto Virginia se prestó a presentarnos. Dos o tres fines de semana después la relación ya era amigable, cuatro o cinco más tarde no se despegaba de mí. Jugueteaba con mis gafas (las cuales allí dentro no solía llevar puestas), reía mis chistes, alagaba mis ojos, mi pelo… salí un rato fuera, cansada de tanta tontería y viendo que no se decidía a dar el paso y utilicé la que ahora denomino como mi “Táctica Mareona” que consiste en salir del lugar en el que se concentra el grupo de gente en el que se encuentra la persona que te interesa (a poder ser con cara de malestar) y contar hasta diez o quince. Él salió antes de que me diera tiempo a contar el numero “seis”. Me preguntó si estaba bien y tras mi respuesta, en forma de sonrisa picarona e inocente, me besó. La noche funcionó bien… tonteo y algún que otro beso, piropo, la correspondiente pedida de teléfono… en fin esas cosas.

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