martes, 2 de noviembre de 2010

Adultez, la quinta casualidad

El verano estaba en su cumbre. Hacía un par de semanas de aquella cena y mi tía Lucia me llamaba para invitarme a la playa… ya que ella y su marido habían quedado para ello junto con un matrimonio amigo que, todo sea dicho, me tenían como a una amiga más. No pude, ya que tenía que atender otros asuntos… pero me llamaron a la hora de la cena: -te apetecen hamburguesas?- y allí me planté yo. El hijo de los anfitriones, jugueteaba en el sofá con mi tío, ya estábamos todos listos y a punto de poner la mesa cuando… DING·DONG –Ves a abrir la puerta por favor- me dijo mi anfitriona con su bonita sonrisa. Seguro que no podéis imaginar quien era…

-¿Rafa? ¿Qué haces aquí?-

-Pues mira –contestó algo confuso- que me han invitado a hamburguesas…

Y entonces respondí esa gran estupidez… con esa gran cara de estúpida… en esa estúpida situación: -ya, pues como yo que a mí también como no hamburguesas, rico- habéis entendido algo? Imaginad la cara que puso él. Entró, cerré, me enrojecí y continuó la noche. Sin comentarios.

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